Cada vez es menos común que los niños tengan que
reprimir sus lágrimas por expreso deseo de sus padres, pero a las mujeres que
ya tenemos una edad nos toca lidiar de manera casi diaria con hombres a los que
sus progenitores sí les exigían cierto grado de "hombría".
Me permito entrecomillar esa palabra tan manida porque
lo que para mí es la hombría, dista mucho de lo que significa para muchas
personas. Incluidas, por desgracia, muchos hombres.
Acostumbrada a que los varones con los que me he
cruzado en mi vida no derramen una lágrima frente a mí, mientras yo no tengo
objeciones a deshacerme en llanto en su presencia, a que el hablar de
sentimientos sea un tema tabú para muchos de ellos, cuando a mí me encanta
desgranar cada sentido que le despierta mi sola presencia, la hombría es para
mí justo aquello de lo que un gran porcentaje carece.
Cuidado!! No hablo de extremada sensibilidad, que está claro que un hombre que llora incluso por la belleza de las flores da un poco de repelús (para qué negarlo?) sino sólo de un poco de empatía.
Sin embargo, los hombres tienen la idea (no sé si
tan equivocada como me gustaría creer) de que son los chicos malos los que
atraen a las mujeres. Esos hombres que te hacen desesperarte frente al
teléfono, que no llaman cuando dicen que lo harían, que nos ignoran cuando nos
cruzamos "accidentalmente" después de haber estado en una nube con ellos
el día anterior.
Y en ese momento, hacemos exactamente lo que no deberíamos
hacer. Le damos la vuelta a la tortilla y comenzamos a ser nosotras las que
escribimos, las que llamamos y las que lo buscamos. Es en ese instante cuando
la presa se convierte en cazadora.
Digo esto yo, que he pasado tantas veces de lo uno a lo otro que ya no sé ni que rol me corresponde en el juego de la seducción. He cometido todos los errores posibles en mis relaciones, he despertado el interés de hombres convirtiéndome en presa y perdido cualquier oportunidad al convertirme en la portadora de la lanza. Pero ahora, sé que la gracia de la conquista es precisamente esa. Dejarse conquistar mientras seduces sin que se note.
Ahora sé que los hombres no hablan tanto como las
mujeres, pero demuestran quizás más que ellas, sé que un te quiero no vale de
nada si te deja esperando a su próxima cita más tiempo del que tú consideras
necesario, sé que un abrazo dice muchas veces lo que la boca calla y sé
exactamente el tipo de “hombría" que quiero en mi vida.
Si lo conseguiré o no es algo que sólo el tiempo
dirá pero que el paseo hasta obtenerlo sea maravilloso es algo que sólo yo
puedo lograr. Así que pasad, acomodaos y disfrutar del viaje, ya que nadie sabe cuánto aprenderemos en el trayecto.
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