lunes, 6 de mayo de 2013

Hombres vs mujeres

Los hombres y las mujeres somos diferentes. Creo que es una afirmación con la que todo el mundo estará de acuerdo. No sólo somos físicamente distintos sino por supuesto mental, social y educacionalmente.

Cada vez es menos común que los niños tengan que reprimir sus lágrimas por expreso deseo de sus padres, pero a las mujeres que ya tenemos una edad nos toca lidiar de manera casi diaria con hombres a los que sus progenitores sí les exigían cierto grado de "hombría".

Me permito entrecomillar esa palabra tan manida porque lo que para mí es la hombría, dista mucho de lo que significa para muchas personas. Incluidas, por desgracia, muchos hombres.

Acostumbrada a que los varones con los que me he cruzado en mi vida no derramen una lágrima frente a mí, mientras yo no tengo objeciones a deshacerme en llanto en su presencia, a que el hablar de sentimientos sea un tema tabú para muchos de ellos, cuando a mí me encanta desgranar cada sentido que le despierta mi sola presencia, la hombría es para mí justo aquello de lo que un gran porcentaje carece.

 Creo que hay que ser muy hombre para romper a llorar (sollozos incluidos) frente a la mujer a quien quieres sin preocuparte de si ella te dejará por nenaza. Hay que ser muy hombre para tratar a una mujer como una reina, aún cuando se le ha caído la corona de tanto chillarte. Hay que ser muy hombre para abrazar a alguien que te echa en cara cosas que ya habías olvidado y pedirle perdón por el comentario que ni siquiera recuerdas.

Cuidado!! No hablo de extremada sensibilidad, que está claro que un hombre que llora incluso por la belleza de las flores da un poco de repelús (para qué negarlo?) sino sólo de un poco de empatía.


Sin embargo, los hombres tienen la idea (no sé si tan equivocada como me gustaría creer) de que son los chicos malos los que atraen a las mujeres. Esos hombres que te hacen desesperarte frente al teléfono, que no llaman cuando dicen que lo harían, que nos ignoran cuando nos cruzamos "accidentalmente" después de haber estado en una nube con ellos el día anterior.

 En el caso de los hombres, el hecho de que una mujer haga eso con ellos, despierta, según los expertos, el instinto de caza. Cuanto más se aleja la pieza, más tratan ellos de engancharlas. Sin embargo en las mujeres, parece que de por sí el instinto cazador no tendría sentido (históricamente hablando).

Mi opinión dice que se trata más de un tema de orgullo. Como mujer el hecho de que un hombre que en algún momento ha sentido necesidad de saber de ti, desaparezca es algo que no podemos soportar. Cada día me mandaba mensajes y ahora no ¿habrá conocido a otra? ¿se habrá aburrido de mí?

Y en ese momento, hacemos exactamente lo que no deberíamos hacer. Le damos la vuelta a la tortilla y comenzamos a ser nosotras las que escribimos, las que llamamos y las que lo buscamos. Es en ese instante cuando la presa se convierte en cazadora.

Digo esto yo, que he pasado tantas veces de lo uno a lo otro que ya no sé ni que rol me corresponde en el juego de la seducción. He cometido todos los errores posibles en mis relaciones, he despertado el interés de hombres convirtiéndome en presa y perdido cualquier oportunidad al convertirme en la portadora de la lanza. Pero ahora, sé que la gracia de la conquista es precisamente esa. Dejarse conquistar mientras seduces sin que se note.

Ahora sé que los hombres no hablan tanto como las mujeres, pero demuestran quizás más que ellas, sé que un te quiero no vale de nada si te deja esperando a su próxima cita más tiempo del que tú consideras necesario, sé que un abrazo dice muchas veces lo que la boca calla y sé exactamente el tipo de “hombría" que quiero en mi vida.

Si lo conseguiré o no es algo que sólo el tiempo dirá pero que el paseo hasta obtenerlo sea maravilloso es algo que sólo yo puedo lograr. Así que pasad, acomodaos y disfrutar del viaje, ya que nadie sabe cuánto aprenderemos en el trayecto.

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