Otras veces, sin embargo, el pensamiento se queda
conmigo y lo muevo entre los dedos viendo cada vez más clara la pertinencia de
llevarlo a cabo. Mi problema es que lo que a la luz de la luna me parece lo más
lógico, lo más adecuado, se convierte cuando el sol clarea en la más absurda de
las decisiones. Me rindo a los brazos de Morfeo convencida de tener la solución
a un problema, o resuelta a emprender algo nuevo en mi vida, y me despierto
recapacitando sobre cómo he podido tener una certeza tan absoluta sobre algo
que es una completa estupidez.
La creación de un blog supone siempre varios
retos. El primero de ellos es preguntarte si tendrás ideas suficientes como
para escribir a diario, después está el plantearse si alguien querrá leer las
cosas que plasmas en unas líneas. La verdad que ninguna de las dos cosas me
preocuparon, no por suficiencia (aún estoy aprendiendo a quererme, no esperéis
falta de modestia a estas alturas! Dadme un tiempito...)
Lo que sí me preocupó fue la elección del título
del blog. Y yo, que soy una persona que me considero creativa me quedé
completamente en blanco. Pero por lo que comentaba antes, de arrepentirme,
decidí poner un nombre al azar y comenzar a escribir.
Según cree las dos primeras entradas, menos me
convencía el nombre inicial (tan poco me convencía que me permitiréis que lo
mantenga en secreto). Y así, de pronto me llegó Los amores de Pandora como
respuesta a mis preguntas.
Me pareció el nombre ideal por muchos motivos. De
todos ellos, hay uno destaca por encima del resto y es que creo que todas somos
un poco Pandoras. Cada una de las mujeres lleva en su interior lo mejor y lo
peor del ser humano, quizás no encierra en una caja las miserias, pero ¿quién
no ha intentado esconder en lo más profundo de su ser un defecto para que el objeto
de deseo viviera feliz en la ignorancia?
Cuando conocemos a alguien, hombres y mujeres por
igual (quizás sea eso lo único que tenemos en común) tratamos de convertirnos
exactamente en lo que el otro espera de nosotros. No es una farsa, ni una
mentira. Es un comportamiento humano que busca la aceptación del resto, máxime
si ese "resto" es el centro de nuestros desvelos.
Sin embargo, cuando el tiempo va pasando y la
relación se consolida basada en esa irrealidad de la perfección del otro,
dejamos abrir la caja. No del todo, por supuesto, ¿quién dejaría salir de golpe
todos los demonios? Ahora unos celitos aquí, luego un poco de mal humor allá,
un odio que veas fútbol cada fin de semana en aquella esquina,... y así sin
casi darnos cuenta, todo lo malo ha salido del fondo de la caja, en la que ya
no queda ni siquiera la esperanza de que aquel que conocimos vuelva a ser el
mismo que al inicio.
Es por todo esto, por lo que tú que estás leyendo
esto, eres tan Pandora como la que firma cada entrada del blog. Es por ello,
por lo que este blog está creado por y para tí. Para todas las Pandoras del
mundo que descubrieron un día que la mentira del amor es que se debe querer al
otro aún a pesar de lo que guarda en su caja.
Porque esa caja está llena de aquello que no nos
gusta de nosotros y escondemos, deliberadamente, ante los ojos de nuestra
futura pareja. Quizás simplemente, deberíamos ir cogiendo cada uno de los males
de esa caja y convertirla en algo bueno. No por los demás, no por lo que
podamos conseguir con ello. Sino porque llevar contigo siempre una caja de
defectos es demasiado pesado.
Yo por mi parte, me he hecho el firme propósito
de aligerar la carga. Intento cada día que mis explosiones de júbilo no se
entremezclen con las de mal humor, que mis celos no empañen mis ojos y que me permitan
ver con claridad. Y, sobre todo, quererme.
Quiero quererme como quiero a los demás, sin
medida. Quiero sentirme orgullosa de lo que llevo en la caja y fuera de ella y
no tener que esconder dentro de un baúl mis demonios. ¿Te apuntas al reto?
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