lunes, 6 de mayo de 2013

El porqué de Pandora

La decisión de crear este blog me surgió una noche, dando vueltas en la cama, incapaz de dormir. No sé por qué, o si soy la única a la que le pasa que por las noches me cruza algo la mente. A veces es una idea que pasa como un rayo y soy incapaz de atraparla.
                                                  
Otras veces, sin embargo, el pensamiento se queda conmigo y lo muevo entre los dedos viendo cada vez más clara la pertinencia de llevarlo a cabo. Mi problema es que lo que a la luz de la luna me parece lo más lógico, lo más adecuado, se convierte cuando el sol clarea en la más absurda de las decisiones. Me rindo a los brazos de Morfeo convencida de tener la solución a un problema, o resuelta a emprender algo nuevo en mi vida, y me despierto recapacitando sobre cómo he podido tener una certeza tan absoluta sobre algo que es una completa estupidez.

Cuando esa noche me dormí, la idea del blog se quedó perenne en mi cabeza, acompañó silenciosa esos sueños de los que casi nunca me acuerdo al despertar. Por eso, porque no abandonó mi cerebro, a la mañana decidí crearlo (Antes de arrepentirme).

La creación de un blog supone siempre varios retos. El primero de ellos es preguntarte si tendrás ideas suficientes como para escribir a diario, después está el plantearse si alguien querrá leer las cosas que plasmas en unas líneas. La verdad que ninguna de las dos cosas me preocuparon, no por suficiencia (aún estoy aprendiendo a quererme, no esperéis falta de modestia a estas alturas! Dadme un tiempito...)

Lo que sí me preocupó fue la elección del título del blog. Y yo, que soy una persona que me considero creativa me quedé completamente en blanco. Pero por lo que comentaba antes, de arrepentirme, decidí poner un nombre al azar y comenzar a escribir.

Según cree las dos primeras entradas, menos me convencía el nombre inicial (tan poco me convencía que me permitiréis que lo mantenga en secreto). Y así, de pronto me llegó Los amores de Pandora como respuesta a mis preguntas.

Me pareció el nombre ideal por muchos motivos. De todos ellos, hay uno destaca por encima del resto y es que creo que todas somos un poco Pandoras. Cada una de las mujeres lleva en su interior lo mejor y lo peor del ser humano, quizás no encierra en una caja las miserias, pero ¿quién no ha intentado esconder en lo más profundo de su ser un defecto para que el objeto de deseo viviera feliz en la ignorancia?

Cuando conocemos a alguien, hombres y mujeres por igual (quizás sea eso lo único que tenemos en común) tratamos de convertirnos exactamente en lo que el otro espera de nosotros. No es una farsa, ni una mentira. Es un comportamiento humano que busca la aceptación del resto, máxime si ese "resto" es el centro de nuestros desvelos.

Sin embargo, cuando el tiempo va pasando y la relación se consolida basada en esa irrealidad de la perfección del otro, dejamos abrir la caja. No del todo, por supuesto, ¿quién dejaría salir de golpe todos los demonios? Ahora unos celitos aquí, luego un poco de mal humor allá, un odio que veas fútbol cada fin de semana en aquella esquina,... y así sin casi darnos cuenta, todo lo malo ha salido del fondo de la caja, en la que ya no queda ni siquiera la esperanza de que aquel que conocimos vuelva a ser el mismo que al inicio.

Es por todo esto, por lo que tú que estás leyendo esto, eres tan Pandora como la que firma cada entrada del blog. Es por ello, por lo que este blog está creado por y para tí. Para todas las Pandoras del mundo que descubrieron un día que la mentira del amor es que se debe querer al otro aún a pesar de lo que guarda en su caja.

Porque esa caja está llena de aquello que no nos gusta de nosotros y escondemos, deliberadamente, ante los ojos de nuestra futura pareja. Quizás simplemente, deberíamos ir cogiendo cada uno de los males de esa caja y convertirla en algo bueno. No por los demás, no por lo que podamos conseguir con ello. Sino porque llevar contigo siempre una caja de defectos es demasiado pesado.

Yo por mi parte, me he hecho el firme propósito de aligerar la carga. Intento cada día que mis explosiones de júbilo no se entremezclen con las de mal humor, que mis celos no empañen mis ojos y que me permitan ver con claridad. Y, sobre todo, quererme.

Quiero quererme como quiero a los demás, sin medida. Quiero sentirme orgullosa de lo que llevo en la caja y fuera de ella y no tener que esconder dentro de un baúl mis demonios. ¿Te apuntas al reto?

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