miércoles, 28 de agosto de 2013

Conociendo blogs, ¿me enseñas el tuyo?

Esto de escribir un blog es complicado, no por la temática ni por la cantidad de visitas que tienes, sino por aquello de que hay mucha oferta, para no sé yo si demasiada demanda.

El hacerte conocido es difícil y el que la gente se haga fiel a lo que escribes, practicamente imposible. Cualquier iniciativa para hacer que te lean es siempre bienvenida, máxime si además puedes leer lo que escriben otros (hay que conocer a la competencia para saber qué venden, cómo y por qué).

Es por todo ello por lo que la iniciativa de Conociendo blogs, ¿me enseñas el tuyo? me ha parecido más que interesante. No sé si he aumentado mis visitas desde que pertenezco al grupo, pero sí que he leído a gente que merece la pena conocer y que, de no ser por el grupo, nunca habría encontrado. Por ello te invito a unirte al grupo y conocer la maravillosa gente que dedica sus días a escribir sólo para tí.

https://www.facebook.com/groups/110274212473218/


Hij@s vs Vida laboral

Hace algunos posts (en más de uno, en realidad) he tocado el tema de las princesas de los cuentos de hadas. Son historias falsas, machistas, con finales felices tan irreales que, por absurdos, nos hemos tragado sin rechistar cada una de las moralejas que se nos han querido vender.

Me da miedo que las niñas de hoy se crean, como las de ayer, que el amor se basa en la espera constante de un rescatador que trueque nuestra existencia en algo mejor. Eso de que mi felicidad dependa de los caprichos de un hombre no me alegra el día, para que engañarnos. Sin embargo, hay otra manera de entender el amor que me pone los pelos aún más de punta (y teniéndolo rizado eso me convierte en una blanca afro, creedme que da mucha pena).

La revolución feminista, la evolución del pensamiento social hacia la igualdad y la idea de que las mujeres somos iguales que los hombres (y viceversa) ha mejorado mucho la vida del sexo femenino. Pero como cada cambio de pensamiento, tiene su lado negativo. Cierto es que ahora los hombres comprenden la importancia de involucrarse en el hogar y el cuidado de los hijos, pero algunas mujeres confunden los términos. Ser mujer hoy supone independencia laboral y económica, pero conlleva lo mismo que hace 10000 años. Supone ser quien lleve 9 meses en su vientre a su hij@, quien le alimente con su leche y quien genere ese vínculo vital que durará siempre.

Para algunas mujeres, confusas con la idea de igualdad, tener un bebé es sinónimo de freno en su trabajo, es el truncamiento inevitable de aquello por lo que han luchado durante años. Es por ello por lo que no es extraño que tú que lees esto, conozcas mujeres que hayan decidido renunciar a una familia convencional en pos de una vida con capacidad económica y sin ropa llena de potitos y llantos al alba.

Cada persona tiene la capacidad de decidir que hacer con su vida, es el libre albedrío que tan bien me parece. Es la libertad de equivocarnos una y mil veces sin que un dedo acusador nos impida volver a hacerlo. Puedes elegir tu empleo por encima de todo, o ser feliz viendo crecer a tus hijos e incluso puedes compaginar ambos sueños (con mucho más esfuerzo, claro) Lo que, en mi opinión, no puede ser es querer tener lo bueno de ser hombre y lo bueno de ser mujer, pero no lo malo de los dos mundos. Querer ser madre sin renunciar a nada, mirar a tu hijo como el ser que destruyo tus sueños y a tu pareja como el hombre que no estuvo a la altura.

Personalmente, no quiero renunciar a la maternidad, llegue cuando llegue y tampoco a mi vida laboral. Soy de esas mujeres que creen que podrán con todo, y por increíble que parezca, lo logran. Sin embargo, también soy de esas que decide que su carrera laboral puede esperar 4 meses o 6 o quizás incluso 8 si la cambio por ver a mi hij@ a diario. Sé que no soy madre y que, algunas de las pandoritas que leéis esto, me juzguéis por opinar sin conocer de primera mano aquello de lo que escribo.

Lo único que digo es que no comprendo a las mujeres que hablan de ser madres, diciendo que les gustaría serlo pero sin renunciar a nada de su vida pre-maternidad. Las que consideran el tener un bebé como un trámite en la vida que hay que cumplir sí o sí y que consideran al bebé un problema del que las dos partes de la pareja deben hacerse cargo, sea cual sea el coste, no están dentro de mi concepto de madre ideal, sino todo lo contrario. Cierto es que, como yo, no saben de lo que hablan ya que aún no han visto la carita babeante del ser al que han dado la vida y quizás eso les haga cambiar de opinión.

No quiero que me malinterpreteis, si la maternidad se vive en pareja, por supuesto que quiero que el padre se involucre de manera constante en la educación y en todo lo que tenga que ver con nuestra descendencia, y también creo que ambos miembros de la pareja debe renunciar a cosas. Lo que creo es que me gustaría ver a mi hijo crecer y no le daría tanta importancia a salir dos horas antes del trabajo (poniendo en jaque mi probable ascenso) para darle la cena o acostarle.

Y tú... ¿Crees que tener un bebé no merece la pena sacrificar parte de tu vida? ¿Consideras que puedes culpar de tu parón laboral a un niñ@ que ni siquiera te ha pedido formar parte de tu vida??

Sin respuestas

Que no, que no. Que ya no quiero saber más de Cupido, nada más del amor, nada más de las lágrimas que acompañan ese sentimiento absurdo que hace que veas en él lo que nunca fue.

Le conoces, y te hace gracia, y de ahí pasa a hacerte sonreír y ese es el pecado, es el problema, es el pistoletazo de salida, es la señal de alarma. No digo que ya no crea en el amor, ni que no quiera enamorarme. Digo que no me quiero dejar llevar.

¿Existirá el amor racional? ¿Podrás enamorarte como una loca, manteniendo la cordura cerebral? ¿Puede una persona dejarse llevar por el corazón, sin soltar el cordón que lo une a la mente? Si esperabais que yo os diera las respuestas, es que no me conocéis en absoluto. Las preguntas os las puedo dar, todas las que queráis, algunas incluso que jamás habéis pensado, pero respuestas me faltan, se me escapan.
Como sabéis los que me leéis he llorado, probablemente menos de lo que debería por no permitírmelo, por amor. No sé verme desde fuera, seguramente porque no quiero darme pena a mí misma por no saber ver lo que viene cuando está cantado. Quizás por eso no le doy demasiada importancia al daño que me hacen, lo relativizo con el paso del tiempo, acabo pensando que he tenido mi parte de responsabilidad (cierto que suelo adjudicarme más de la debida) e intento seguir adelante, sin pena ni gloria.

Sin embargo, cuando las lágrimas no son tuyas, cuando el rostro que se deshace en dolor es el de alguien a quien quieres, las cosas cambian. Sé que mis decisiones sentimentales han hecho sufrir a mucha gente y aún así, ni siquiera a eso le he dado la importancia que tenía.

Dice un refrán que mal de muchos, es consuelo de tontos. Miente. No me hace sentir mejor que otra persona pase por las mismas penalidades que yo (eso demuestra que de tonta no tengo nada no?), pero sí me despierta de mi ensoñación ver a alguien que me importa sufrir por amor, como lo he hecho yo.

Cuenta la leyenda que los psicólogos nos venden, que cuando sucede una ruptura sentimental hay que pasar por varias fases para que el duelo sea sano (como si el dolor pudiera serlo). No las recuerdo, pero me suena que había que pasar por la negación, el dolor, la rabia y llegar a la aceptación.

Personalmente siempre he sido de intentar acortar los pasos en la medida de lo posible, así que no me permito tanta tontería e intento llegar a la aceptación a las buenas o a las malas, engañándome, mintiéndome o inventándome maldades del otro, que me hagan pasar página (o creer que lo he hecho) lo antes posible.

Hasta ahora, mi técnica consiste en pasar los días, intentar sonreír cada vez que pueda y parar mis pensamientos románticos en cuanto asoman a mi mente. Creo que no es la mejor técnica, no es válida para cualquiera porque es cierto que hay personas que requieren sus fases, sus tiempos, recrearse una temporada en su dolor para luego resurgir. Pero a mí me vale.

No digo yo que los psicólogos mientan o ignoren la realidad de los sentimientos, pero no son tan precisos como un corazón herido necesita.

En mi entorno hay, a día de hoy, una persona que sufre por desamor (por amor jamás se sufre) y su pregunta constante es ¿cuánto tiempo pasa hasta que...? ¿Cuánto voy a tardar en dejar de querer contarle todo? ¿Cuánto voy a tardar en no llorar por mi ex? ¿Cuánto voy a tardar en lograr que me sea indiferente?

Me lo pregunta a mí, ni por cercanía, ni por experiencia, sino porque sabe que no hace tanto que lo he pasado, como para haber olvidado la temporalidad, que se entremezcla con los recuerdos cuando ya lo has superado. Le contesto siempre la verdad, que no tengo ni idea. Sólo sé que depende de ti, de tu actitud, de las ganas que tengas de salir adelante. Pero a la persona dolorida que me pregunta con lágrimas en los ojos, no le vale. Ella quiere que le diga que si soporta 3 días más sin saber de su ex, se le pasará. Quiere que le mienta, como lo querría yo.

No hay varitas mágicas y aunque estoy harta de decírselo, no puede entender que después de 15 días esté peor que el primero, no comprende porque llora ante cada noticia de la vida de su ex que conoce, pero sobre todo lo que no comprende es que la única persona responsable de que todo esto le ocurra, es ella misma.

Nuestra mente forma parte de nuestro cuerpo, pero es una parte follonera, malintencionada. No os riáis, lo digo en serio. Cuando estás a dieta te dice que por comerte una pizza no pasará nada, cuando te sientes un poco mal por algún virus, hace que creas que morirás de dolor, y cuando estás sufriendo una ruptura se empeña en recordarte lo bonito.

Ella, esa persona que me pregunta a diario por los tiempos, es incapaz de plantarse frente a su mente y decirle “que no, que no. Que él ya no era detallista, que me hacía llorar, que no me quería, que no me daba lo que necesitaba para ser feliz.” Lo sabe, como lo sabemos todas, pero no puede más que recordar aquellos primeros días de la relación en los que él fingía ser más y ella exigía menos.

Así que a ti, que estás leyendo esto, a ti que tanto has sufrido, a ti que sigues preguntándote por los tiempos, os diré que mi método quizás no sea el mejor porque me cierra a una relación futura alocada, sentimental, basada sólo en el sí porque sí, porque me endurece el corazón el no querer nada más que pasar otro día, pero la tuya, la que te hace sufrir no es tampoco la mejor manera de superarlo.

Hay un intermedio, un saber vivir sin la otra persona, pasando o no por las fases, llegando o no a la indiferencia, pero saliendo de eso fortalecida, habiendo aprendido no una, sino miles de lecciones, orgullosa por haberlo superado y convencida de que hoy eres mejor de lo que eras ayer, porque te pareces más a lo que quieres ser.

Como se consigue ese punto medio, es un misterio para mí, no creo que esperaseis que os explicase el método, porque eso seria daros una respuesta y, ya había dejado claro, que de eso yo no tengo.