He descubierto que la imaginación desbordante que creía
poseer, quizás no sea tal. Puede ser que me exima de la culpa el hecho de que
he nacido en España. Me explico.
Hay millones de parejas que se pasan juntas toda la vida,
sin emplear entre ellos ningún apelativo cariñoso (fuera de la alcoba u hogar.
Quizás dentro sí lo hagan). Yo, sin embargo, soy mucho de olvidarme de que mi
chico tiene nombre y pasa de llamarse Jaimito a cari, mi niño, o cualquier otra
palabra vergonzosa y chorra que se me ocurra en el momento.
Llega un momento, incluso, en el que el referirme a él por
su nombre real es sólo una manera de que sea consciente de la magnitud del
enfado que llevo encima y, así mismo si a mí me llaman por mi nombre, siento
que algo horrible se aproxima inexorablemente (soy muy positiva yo jjeje).
Esta pérdida de tu propio nombre no le agrada a todo el
mundo, pero lo cierto es que nunca ninguna de mis parejas me han dicho que les
molestara, así como tampoco ha habido ningún hombre que no haya caído en esta
costumbre tan de much@s de nosotr@s.
Los apelativos cariñosos, dicen, son la demostración de
que la intimidad con la pareja ha aumentado, así como evidencia una intencionalidad
por parte de ambos de un proyecto común. A pesar de que esta afirmación me
beneficia, por ser una apodadora profesional, discrepo con ella. Como ya he
dicho, he conocido a parejas que se llaman Luis y Amelia, entre ellos, siempre,
y no quiero pensar que por eso se quieran menos (estaría feo preguntarles
directamente, verdad?)
En este tema, hay tantas variantes como personas, ya que a
veces los miembros de las pareja se llaman entre ellos cosas que sólo ellos
entienden. De repente oyes a una mujer llamarle donette a él y como él le
contesta con un phoski. En ese instante sabes que esos nombres tienen una
historia, seguramente tan entretenida como vergonzosa, sin embargo a nadie le
sorprende. Jamás he oído a un hombre llamarle cariñosamente a una mujer, me he
girado y he dicho ¿cómo ella se deja apodar así? No lo hago, porque entiendo
que esa palabra significa para ellos mucho más que un cariño o un amor.
En España es habitual escuchar el típico "cari",
"amor" o "mi vida", Sudamérica se lleva la palma en cuanto
a "gordo", "bebé" o "mamacita" y, otros
países.... Bueno, otros países son bien distintos.
Todos hemos oído el mítico "amore" que derrite
a más de una cuando suena con ese acento meloso de los romanos. En Francia se
llaman "Bébé d'amour" (bebé de amor), que es algo bastante similar.
Cuanto más nos alejamos de nuestras fronteras, más se diferencian también los
epítetos.
Los apodos gastronómicos toman relevancia en algunos países,
como en el caso de los holandeses que llaman a sus damas "dropje",
que en castellano sería regaliz. Los turcos, menos dados a los dulces optan por
"Fıstığım", que es algo así como....pistachito mío. Los húngaros,
valientes donde los haya, se la juegan con las mujeres denominándolas setas
(Gomba) y ellas encantadas oye! Quizás no les importa muchos porque estos
hombres, repletos de una imaginación que se les escapa por los poros de la
piel, las denominan también tijeras o dedito mío. Vamos, un romanticismo exacerbado.
En los países
angloparlantes se llama al objeto de nuestra devoción "honey" (miel),
palabra que se usa tanto para la pareja como para niños pequeños, como bien nos
ha enseñado el cine norteamericano. (si se ve en versión original, porque si no
se toma la licencia lingüística de traducirlo como "cariño", tan
español eso como el toro osborne, ya sabéis)
Hay apodos que
no llaman demasiado la atención, ya que son comunes en muchas culturas (querida,
tesoro, linda, mi sol, corazón). Sin embargo otras, no dejan de
sorprenderme.
Por
ejemplo, Quietscheentchen. Seguro que ya habéis descubierto que se trata
de una palabra alemana impronunciable y, aunque no me creáis no ha sido eso lo
que me ha sorprendido, sino su significado. La traducción de este trabalenguas
es "patito de goma" y, sinceramente me ha hecho gracia que las
parejas se acuerden de este elemento tan tierno de la infancia.
Algunas frases de declaración de amor,
dan más miedo que otra cosa como en Kosovo, donde si te dicen “Ta ha zemrën!” se
te están declarando. Eso sí, yo te comento que la traducción literal de esta
sentida declaración es “Te como el corazón”. Lo demás te lo
dejo a ti y al kosovar que te lo ha dicho con una sonrisa en los labios, y un
leve rubor en las mejillas.
A mí dejadme con mi "cari" y "mi niño" disfrutando de ese sentimiento que nos atonta y da la vuelta a nuestro mundo.
¿No sabes de qué hablo?
“¡Ah, l’ Amour…! L’ Amour…!”